Manel Ollé, Neus Caamaño

Tao

Fragmentos del viejo camino chino del maestro Laozi

¿Cómo podemos introducir a los niños en la filosofía del taoísmo?
A través de fragmentos seleccionados del Libro del Tao que hablan sobre ríos, casas, vasos o árboles, descubrirán que el sabio no siempre es el más fuerte y poderoso, sino un barquero que sabe aprovechar las corrientes del río, alguien blando y flexible como un bambú, que hace sin hacer y enseña sin querer, que avanza sin seguir caminos ni huellas y no se pierde nunca.

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Manel Ollé - foto
Autor Manel Ollé

Manel Ollé. Nací en Barcelona en el año 1962. He escrito sobre libros en algunos periódicos y revistas y también he publicado unos cuantos libros de poesía.

Si empecé a interesarme por las cosas chinas fue, en parte, por un libro de poesías chinas antiguas (donde había una sobre la emoción de un músico que pone el laúd sobre la mesa y siente como el viento hace sonar las cuerdas, y la música se hace sola). También me interesé por el Libro del Tao por casualidad: al salir de un concierto de música cubana un amigo me dijo que estaba estudiando chino en la Escuela de Idiomas y que el profesor Ding enseñaba muy bien. Y una vez me puse con ello, ya no supe parar.

Así que, aunque había estudiado literatura catalana, ahora doy clases de historia y cultura chinas en la universidad, he traducido algún libro del chino al catalán e investigo sobre los piratas y los mercaderes de la dinastía Ming. También practico las artes marciales suaves del taichí o el tui-shou.

Neus Caamaño - foto
Autora Neus Caamaño

Neus Caamaño. Nací en el año 1984 en un pueblo muy pequeño que se llama Terradelles. Desde allí, si vas hacia el oeste, encontrarás el lago de Bañolas y su monstruo; y si vas hacia el este, el Montgrí y las islas Medas. Como a muchos niños y niñas, una de las cosas que más me gustaba hacer era dibujar. Leer, también. Siguen siendo dos de mis pasiones actuales, que compagino, siempre que puedo, con pasear por las calles de Sevilla, donde vivo.

He crecido rodeada de lápices, papeles, tijeras, pinturas, pinceles. Mi madre me ha enseñado gran parte de las cosas que sé, y pienso que, a lo mejor, fue ella la razón por la que me matriculé en bellas artes, en Barcelona, donde volví a dibujar durante horas y horas, días y días, casi siempre con carboncillo y tinta china, que me dejaban las manos negras. Pasados cinco años descubrí el mundo de la ilustración, que me fascinó inmediatamente. De lo que más disfruto es del álbum ilustrado: pensar, buscar, probar ideas e imágenes, cortar y pegar, borrar y empezar de nuevo.

Ecos

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